viernes, 22 de octubre de 2010

ENCUENTROS EXTRATERRESTRES

Del mismo modo que el hombre ha puesto el pie en la Luna y enviado sondas a los cuerpos celestes, otras civilizaciones, provenientes de otros planetas pudieron haber intentado la exploración del reino del Sol. Es absurdo negar esta posibilidad a priori, aduciendo por ejemplo, la imposibilidad de salvar enormes distancias en un breve lapso. Los habitantes de oíros cuerpos celestes podrían haber construido esa astronave de fotones ideada por el estudioso alemán Eugen Sanger, cuya construcción todavía presenta dificultades insalvables. Se puede pensar que si se resolvieran, viajaríamos también nosotros a una velocidad cercana a la.de la luz, no porque sea posible superar esos fantásticos 300.000 kilómetros por segundo, sino porque, como dijo Einstein, el tiempo terrestre ya no influiría sobre ése vehículo lanzado al espacio.

Pero una cosa es dicha posibilidad, y otra la creencia ciega en los Ovnis que surcarían nuestros cielos con envidiable constancia. Acerca de su existencia como astronaves "extranjeras" no tenemos la más mínima prueba. Es evidente que, incluso si estamos convencidos de la existencia de otros mundos, de otras civilizaciones que han alcanzado un gran progreso científico y técnico, no podemos confiar en declaraciones publicadas en la prensa por observadores de buena fe, pero inducidos a aceptar espejismos visuales o de los restantes sentidos por los visionarios o los desequilibrados. Mucho menos pueden persuadirnos quienes afirman conocer personalmente a los marcianos o los venusianos y cultivan extrañas doctrinas de contactos telepáticos con miembros de ciertas patrullas interestelares.
En realidad, los Ovnis existen. Pero ¿qué son? Ahora disponemos de una explicación verosímil en la mayor parte de los casos.
Puede decirse que el ingeniero soviético Gheorghi Grecko ha sido el "descubridor de los platos voladores" por lo menos en su aspecto más común y conocido. En el año '78 Grecko permaneció 96 días a bordo de la nave Saljut 6 -que todavía está en órbita- donde pudo observar extrañas apariciones: cuando las estrellas estaban cubiertas por la atmósfera terrestre, muchas de ellas exhibían un fulgor irregular, como si "algo" les pasara por delante.
Se afirmó que el ingeniero había visto Ovnis, pero hubo investigadores que reconocieron que los "cuerpos desconocidos" se habían originado en nuestro planeta. Tanto el agua como el aire de la Tierra están estratificados y se encuentran en constante movimiento, formanlSI a menudo vórtices en los que la densidad y la temperatura adquieren valores pro- ■ pios, y llegan a formar manchas que se desplazan durante un tiempo sobre la atmósfera, diferenciándose de ésta y convirtiéndose en figuras visibles a simple vista debido a las partículas de polvo en suspensión que va recogiendo.
Corresponde señalar, sin embargo, que no todos los Ovnis tienen la misma forma circular: se habla de "cigarros voladores", de "vehículos en delta" y de muchas otras cosas. Y esto también tiene su explicación: lo ha probado la profesora Elena Tijomirova de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética, que demostró que las condensaciones en cuestión pueden ser cuadradas, triangulares, fusiformes, en cruz, etc., pero a causa de la velocidad acaban siempre por redondearse, con un espesamiento en el centro que las asemeja a dos platos unidos con el fondo hacia afuera.
Además, alrededor de las circunsferencias se forma una especie de alerón que recuerda el ala de un sombrero. La extensión se desplaza con una lentitud cien veces mayor que la que se observa en la dispersión de la estela blanca de los aviones supersónicos. Si los "platos" acumulan muchos granos de polvo, comienzan a descender, a causa del peso, con un movimiento que recuerda al de las hojas desprendidas de las ramas, hasta que la turbulencia cesa y las formaciones se disuelven en el ambiente.
Todo esto se ha demostrado en el Laboratorio, con un aparato concebido en el Instituto de Oceanología. Los investigadores han creado una "mancha" en miniatura análoga a la de los Ovnis, e intentaron inmediatamente promover artificialmente su formación, pero no lo lograron.
Los norteamericanos hicieron pruebas análogas, con resultados similares.
El doctor John Billingham, director de biotécnica de la NASA afirma que "en muchos lugares del espacio | existen criaturas vivientes que han alcanzado el mismo nivel que nosotros, y que incluso lo superaron. Todo in-| dica que somos una civilización joven", con lo cual no excluyó la existencia de culturas extraterrestres nacidas en épocas más remotas. Las inverosímiles criaturas que quizá pueblan esos lejanos mundos probablemente estén preguntándose -como nosotros- cuándo recibirán visitas | del cosmos. En este punto es necesario recordar que la J Tierra ya envió tres sondas espaciales destinadas a supe- j rar las "Columnas de Hércules" del sistema solar: el 1 Pioneer 10, y los Voyager 1 y 2, los que llevan indica- | ciones acerca de nuestro planeta y saludos amistosos del 1 presidente norteamericano y el secretario de las Nació- j nes Unidas, además de saludos en 60 lenguas diferentes, j cantos de pájaros, fragmentos de música clásica, y el ru- j mor de las olas del mar.
Algunos creen que son iniciativas ingenuas. El Pioneer! 10 debería viajar 10.000 millones de años sin encontrar na-1 da. Pero en realidad, s.on actitudes conmovedoras porque vienen a establecer un "puente cósmico" con habitantes»» los confines de la Vía Láctea. Quién sabe si un día muy le- j jano, tal vez cuándo la raza humana se haya extinguio^^H ser de otro mundo examinará con curiosidad esos extraños objetos venidos del cielo, escuchará sus sonidos y tratará de imaginarse que quieren decir, por qué fueron concebidos, "y ] por qué fueron enviados.
A pesar de tantos progresos realizados en nuestro planeta, hoy nos encontramos en relación con las investigaciones | cósmicas como niños que comienzan a balbucear. Se trata I de hallar el lenguaje y los medios adecuados para establecer! ese deseado contacto extraterrestre. Y, por supuesto, hay ] que tener presente que tal vez hallemos una civilización ga-1 láctica que apenas comienza y no puede respondernos.
Hay investigadores que sostienen que los gérmenes» de la vida están difundidos en todos los rincones del eos-1 mos y son transportados por los cometas y por los rayos I de luz. El investigador Wickramasinghe señala: "En colaboración con Fred Hoyle comenzamos a investigar en ] 1962 el carácter del polvo interestelar, y llegamos a la j conclusión de que los granos de polvo del espacio deben contener una sustancia que adopta la forma de microscó- j picas esferas de grafito de dimensiones inferiores al mi- i crón. En 1972 descubrimos que se trata de polímeros orgánicos, de largas cadenas de moléculas orgánicas con ! base de carbono. Hemos descubierto que los diferentes colores de las estrellas indican la presencia de polvo interestelar y la existencia de células vivas en el espacio.
Se deduce de ello que la vida no nació sobre la Tierra, 1 que vino del espacio, y que lo mismo puede suceder en 1 otros mundos, dando paso a procesos moleculares que en I el lapso de millones de años producirán seres cada vez j más complejos.
Wickramasinghe concluye que la vida de la Tierra deriva de lo que parece ser un sistema biológico presente en toda la galaxia. Si eso es verdad, debe ser válido i también para los mundos que quizás orbitan alrededor i de Alfa del Centauro y Sirio, Rigel y Proción, Achenar i y Tau-Ceti, y por doquier, en la inmensa vastedad del cosmos, de los mundos que mantienen un estrecho vínculo con nuestros níismos orígenes. Esos mundos donde quizás alguien nos espera

Los secretos de Plutón

Y así llegamos, a los confines del reino solar con el ¿timo "planeta de las tinieblas" descubierto en 1930 a debattir de los cálculos de Percival Lowell, por el norteamericano Clyde Tombaugh.
Se esperaba hallar otro globo gigante, pero se obtuvieron medidas más parecidas a las de la Tierra; sin empego, en 1950 el astrónomo Kuiper llegó a la conclusión Me que debía tratarse de un cuerpo mucho más pequeño de un diámetro de 5.800 a 6.800 kilómetros. De modo de Plutón venía a ocupar el segundo lugar, por su "pe-ípeñez" en la familia del sistema solar, precedido únicamente por Mercurio.
Posteriormente se descubrió que es más pequeño ■e la luna y que llegaría a medir apenas unos 3.000 ki-fcaetros. Los equívocos parecen haberse producido de-Ifck) a que su superficie está recubierta por metano helaje, lo que origina un "efecto espejo" que engañó a observadores anteriores. I Plutón tiene una Luna, a la que se bautizó con el nombre de Caronte. Este descubrimiento ha venido a : yutear otro problema: saber si este satélite también per-bbcíó antes al séquito de Neptuno. Y aún más: las características de Plutón y de su luna inducen a pensar que si trata de un "doble planeta" más que de un planeta y su «élite.

Diamantes en Neptuno

Es el penúltimo planeta del sistema solar, a más de [ 4.500 millones de kilómetros de nuestra estrella. Neptu-I ao es el primer cuerpo celeste del sistema que fue indi-[ vidualizado mediante cálculos matemáticos. En efecto,
durante las décadas que siguieron al descubrimiento de ■Urano, los astrónomos advirtieron que este planeta estaña sometido a perturbaciones tales que sugerían la pretenda de otro planeta.
Parece casi gemelo de Urano, no sólo por el diámetro, kio que ambos exhiben un color verdoso (aunque Neptu-lao es seis veces menos luminoso que Urano). También
~ene suaves fajas ecuatoriales. Su rotación podría durar ■entre 14 y 24 horas. Necesita 165 años para dar un giro •completo alrededor del Sol. Es muy frío y también tiene
millos -por lo menos dos- como indicó su descubridor, el ■Drteamericano Edward F. Guiñan. B El físico Ross afirma que Neptuno (y quizá también ■Irano) está literalmente cubierto por una costra de diamantes. Sobre ambos planetas reinaría una tempef^f|| láe 6.600 grados y una presión atmosférica un millón de Iieces más intensa que la existente sobre la Tierra. Estas ■ondiciones podrían haber originado la formación de un [estrato de diamantes de carbono.

¿QUIENES AJUSTAN EL TIEMPO?

Quienes no creen que todos los relojes internos puedan modificarse artificialmente, adjudican a fuerzas del espacio exterior la creación y puesta en hora de los relojes biológicos. Frank Brown, de la Northwestern University, de los Estados Unidos, ha estudiado por más de treinta años el ritmo biológico de plantas y animales. Y afirma que son las fases lunares, las manchas solares, las fuerzas geofísicas invisibles que rodean la Tierra, tales como la presión barométrica, el campo magnético, la ionización de la atmósfera, los rayos cósmicos y los débiles campos electromagnéticos de la radiofrecuencia, los verdaderos y únicos relojes madre que crean y ponen en hora a los relojes biológicos.
Pero sucede que todas estas fuerzas son tan extremadamente débiles, que parece increíble que un organismo pueda percibir los ligeros reclamos que se producen en ellas. Pero Brown tiene un ejemplo demoledor. Explica: "Para orientarse en la espesura de un boscjue, un hombre debería usar una brújula y orientarse por el norte. Si en lugar'de un hombre fuera un caracol, no necesitaría brújula alguna; podría sentir hacia dónde está el norte". En efecto. Brown y su equipo han djlpstrado que ¡os caracoles de tierra son capaces de percibir débiles campos magnéticos como los de la Tierra.
Pero la teoría asegura que la actividad de algunos animales es influida profundamente cuando la intensidad de la luz se reduce, aun si esa disminución de luz ocurre durante el día. Un cirujano británico, George Newport, hizo una vez un experimento con abejas. Sabiendo la fecha y hora exacta de un eclipse de sol, Newport observó dos colmenas en plena actividad: a medida que la luz sola se reducía, teailllad de la abeja era menor. Eso hizo pensar a los científicos que el mecanismo de medición del tiempo puede ser modificado, sí se cambia el ciclo normal de luz y oscuridad. El experimento de Newport es una referenc¡||mportante porque fue hecho el 15 de mayo de 1836: hace más de un siglo y medio.